Por José Luis Álvarez Rodríguez
Brindemos con agua salada,
desestimando los gritos del cielo,
por el mercurio que se derrama
sobre el mantel sin cubiertos.
Brindemos por el arpón que falta
para atacar esta copa en los labios.
Brindemos con la mirada quieta,
clavada en la orilla del purgatorio,
porque los sueños se cansan
de acicalar ceniceros bajo la cama.
Ahora que todo es lo que parece,
brindemos, felices, por la ignorancia.
Brindemos, hasta llenar el infierno,
por ese amigo que se cuestiona
si todo lo que enamora, corrompe.
Brindemos, linterna en mano,
por el espejo que ríe y se ruboriza,
pero jamás se rompe al mirarnos.
Brindemos ahora, con este limbo
de campanadas entre los huesos,
por las sonrisas que se desgastan
en los cristales y aún aceptan
descomponerse para llegar más lejos.
Salud por ellas y muchas gracias.