Por Mario Cardona Íñigo despertó en una sala de hospital. Se encontraba mareado y débil. Sentía los párpados pesados, pero poco a poco cedían. Unas imágenes difusas, que, en principio solo fueron un cúmulo amorfo de colores en medio de un blanco resplandeciente, era lo que observaba. Cuando entornó mejor, descubrió a una mujer parada …
