Por Maya Chalez
Soy un niño afortunado,
todos lo dicen.
Disfruto los placeres materiales,
pero no tengo la esencia de la vida:
la presencia adecuada de mis padres.
Tengo hermanos por montón en el estudio
diversos padres y madres asignados
que me brindan su atención según horario,
pero al llegar a casa, todos se han esfumado.
Alguna pataleta he implementado
logrando la atención tan anhelada
donde más que obtener el amor necesitado
queda el reproche y la efímera presencia.
Seguiré creciendo entre la ignorada soledad.
Es un niño inteligente, juicioso e independiente,
pregonan mis padres con orgullo.
Y como adulto,
¿Quién estará ahí, para
curarme; la inseguridad, vacío y abandono?