Por Julio César Aguilar
Un huracán de silencio encendido
se lleva consigo la tarde. Árbol a mitad del camino
del que no sabe si va o viene. Viento de iracundos cristales.
El trinar
del sigilo ronda en el aire. Música
para la noche se enreda ya
en sus oscuras ramas. Mañana el hálito
volverá de la luz, otra
vez, con su letanía
de inusitados
enigmas.
A través de una ventana
mirar el mundo: balada de nubes
que saben llover. De nuevo la música en el sigilo
y todo gira
y resplandece bajo la sombra. Asombra
eso
que no se ve.
Suave balada de nubes
silbando a llover su sombra. La tibia
penumbra de la tarde. El eco de la luz
que al caer incide en la hondura
de una paz sin límites. Eso que está
desde su silencio cantando. Decía
el día entonces lo que ya no se calla
ni se ha de olvidar.
