Caída horizontal

Por Ergo Rodrerich

Enfrentamos la calle nocturna

con todos los riesgos del frío.

Temblorosos unimos nuestros

arropados cuerpos

no para vencer el frío,

sino para recordar los

calores de nuestros cuerpos

juntos.

Allá adentro en la habitación

fue sorprendente como su

blanca cintura me recordó

a ciertos árboles enormes.

Pedí simplemente me dejara

verla desnuda

y ella a cambio

sacrificó su pudor

en una imagen de ave cayendo:

alzó su cuerpo sobre el mío,

plegó su cabeza hacia atrás y

dejó caer

la perfecta blancura de su cuerpo

a mis ojos.

Caída horizontal que,

por ingrávida,

no termina de suceder nunca.

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