Por Alberto Férrera
La noche es homogénea;
Unas veces se viste
De gala y otras de seda.
Los beodos que habitan
Por las laderas de los
Bares zozobran alientos
De aflicción, implorando
Sus raíces marchitas.
Pero, la dama que
Su lecho condena en
Primavera y en inviernos
Agita, encubre sus fachas
Para eludir la vista obscena.
En turnos presumida, feroz
Como un lobo llorando a la
Estrella de siete brazos.
Modela por los desagües y
Alcantarillas a regazos.
He sido estrado de su ropaje:
La vida, sirviente de estragos
Indultos, la acompaña con
El mezcal y el traje.
Va vistiendo de vagabunda
Con sus costuras deshechas,
Con las luces de sus campos
Que se entechan; pero no me
Dejarán mentir cuando afirmo
Haberla visto torcida y moribunda,
Cubierta de los más finos vestidos
Que ensanchan su cintura:
Abrigos de perlas adornados
Por pistolas que rugen
En los callejones. He sido
Testigo gritando al
Vapor que se fugue y,
Con paciencia y piedad,
Coqueteando sigue
Sin hallar razones.
