Por Julio César Loza Reynoso
La sombra que vi aquel lugar no era yo
Te busqué entre las flores de cerezo,
Hojas caídas, pero aun vivas,
Intentando tomarlas para volverlas a soltar.
De lejos escucho la voz de un delirante solitario
Mira como el hombre muere al recrear su vida,
Escuchando y repitiendo lo que más le falta:
Decepción de una carne muerta.
Después de regresar a mi calle
Te encuentro en el mismo lugar,
Paseando
Pensando
Las aves se alejan
Un hombre medio muerto
Caminando
Gestando el cielo
Mi sombra acompañante
¿Traes fuego?
Un cigarrillo encendido se extingue,
Lo enciendo para dejarlo,
Pero no puedo escucharlo.
Si tu cuerpo algún día se consume,
Estaré escondido sobre mí,
Hablando sobre la inexistencia del aire,
Fluyendo sobre mi pequeño altar.
Cierro las cortinas de mi pared,
Miro mi ciudad que busca al desesperado;
Que admira falsamente al marginado,
Que defecan frente de dios,
Que la patria es imaginaria.
Solo la sombra se perderá.