Por: Abdón Carrillo
Bailaré la muerte, bailaré la vida, cuando entre los huesos los tiranos digan “ese no sabía”, bailaré por esos.
Por los que querían bailar entre el hambre de la melodía pero a mediodía terminaron muertos.
Entre las alfombras que dan las espinas con calzado inútil y los pies sangrando bailaré a destajo, treinta y cuatro sones,
treinta y cuatro sones,
danzaré a talones,
romperé a jalones,
las rodillas mías.
Con el sol cayendo con los muertos viendo que mi cuerpo baila que sobre mis calzas
a ellos los habitan,
treinta y cuatro sones
bailaré por ellos,
con la piel sonriendo.
De trecientas cruces sin flores guirnaldas cuatro noches largas bailaré a la Aurora
cuando el sol me hostigue curaré con agua
cuando el cuerpo duela y la espalda arda,
treinta y cuatro sones,
como las culebras
sembraré cadera
entre los vaivenes
bailaré hasta el lunes,
aunque sea en silencio.
Será el último baile de los corazones bajo la tormenta que traerá al granizo lloverán estrellas sembrarán amores:
treinta y cuatro sones,
hasta la vereda
con mis pies de cuerda
que aligera el viento
bailarán contentos
treinta y cuatro sones,
treinta y cuatro sones,
bailaré a los muertos.