Atestiguar la pandemia

Por: Iván Gerardo González Nolasco*


SARS-CoV-2, virus que causa la COVID-19, nombre de la pandemia mundial que se propaga por todas las regiones del mundo, cuyo transmisor es el propio ser humano, a través de las actividades que realizamos en la vida cotidiana, que van desde el ámbito de lo local a dinámicas a escala de orden mundial, por lo que el año 2020 se le ha denominado El año de la muerte.

Entonces, el género humano se encuentra en riesgo, y depende de unos pocos que buscan desde la ciencia biomédica encontrar la cura, mediante la creación de vacunas eficaces. Pero esta historia no es así de sintética o simple, ya que el 2020, año de la muerte, generó cambios, rupturas, crisis, vueltas al pasado y resiliencia en el contexto de la pandemia; mencionaré unos aspectos entonces que caracterizaron a este año que no termina el 31 de diciembre y desaparecerán el 1º de enero de 2021 por el simple corte del acto de anualizar el tiempo, pues son muchos procesos que tendrán su propia duración, como despliegue de los efectos colaterales: Situaré en primera instancia la emergencia sanitaria, que dominó el quehacer de la política, no hubo Estado que no tuviera en su agenda una serie de acciones prioritarias para la contención de la propagación del virus, y reorganización de sus sistemas de salud. Los organismos internacionales políticos y económicos quedaron sometidos a la lógica de la pandemia. Una especie de fenómeno autopoiético, donde los Estados y Organismos internacionales buscaron como sistemas mantenerse por sí mismos y auto regularse. Unos ejemplos de ello fue el comportamiento de los Organismo Internacionales del área energética, las Bolsas de Valores, los Fondos Internacionales, tuvieron que negociar políticamente hablando, además, varios Estados Nacionales en situación de elecciones y Gobiernos con crisis política tuvieron que adecuar sus leyes, mientras otros usaron la vía del Estado de excepción, incluso con toques de queda. Es decir, no fue la economía quien comandó la política, fue la pandemia que puso en crisis a la política y la economía y de ahí a otros sistemas, como el educativo. Desde mi punto de vista, la pandemia fue un duro golpe a la política neoliberal, donde el capital comandaba hegemónicamente.

Un aspecto de relevancia a observar, en este río revuelto que generó la pandemia, es la unidad social llamada familia, que aun con toda su descomposición en muchas latitudes del mundo, y no importando la condición socioeconómica o de movilidad educativa negativa o positiva, sufrió en su interior importantes cambios de comportamiento, como crisis de valores, estrés, parálisis de la dinámica de vida cotidiana causada por el sentido de vulnerabilidad, así como re-encuentros y fisuras entre el individualismo y el sentido de pertenencia familiar, más allá de la tierra, el territorio o la cultura de que se hable, por ejemplo, las y los olvidados como las y los ancianos, las y los sujetos en riesgo o vulnerables por padecimientos en su salud, ellas y ellos dejaron de ser invisibles en el núcleo familiar. La familia por el efecto pandemia sufrió un sinfín de fenómenos como la reutilización de los propios espacios, las maneras de comunicación, las formas de consumo, de trabajo, etcétera, es decir, la unidad social, familia, se modificó, tanto en zonas urbanas como rurales. Las y los sujetos con quienes hay identificación o unión no congénere se avivó, pues la vinculación y sentido solidario, a la que apelaron los liberales del Siglo XVIII de fraternidad volvió, es decir, esa conciencia mutualista permitió, por ejemplo, la reactivación del comercio local, el intercambio de bienes y empatía entre múltiples situaciones. Quizás a nivel global no se dio este fenómeno, pero reapareció como en otros tiempos de crisis humanitaria.

Otro tema que considero sensible y fortuito es que, las y los dueños de los medios de producción (capitalistas) y las y los dueños de su fuerza de trabajo (trabajadores), en este gran fenómeno pandémico puso al capital en una crisis sin igual, las y los sujetos en cualquier condición de los sistemas productivos quedaron en riesgo. Ricos y pobres, en su condición de Sujeto, cualquiera es vulnerable, por lo que, la economía quedó más allá del capital, anteponiéndose la vida. Ni las luchas históricas laborales lograron agitar tanto a las conciencias ante el peligro de muerte. El 2020, año de la muerte, iluminó aquello que era el paradigma del sentido humano, la búsqueda de la riqueza y el poder que da el valor económico, basado en la seguridad de unos sobre la explotación de los más. El nuevo paradigma, si queremos ser resilientes, deberá ser la búsqueda del bienestar social y cuidado del mundo. Después de la Perestroika de 1985, se pensó que habría triunfado el sistema capitalista, sobre el socialista y comunista, hoy hablar del triunfo de cualquier sistema es erróneo, es un hecho que se está en crisis en las formas de producción surgidas de la lucha de clases, que conlleva las formas de consumo y distribución de la riqueza. Sin duda, teórica y políticamente hay que analizar El Capital de Marx, con la nueva realidad, no para generar un neo post marxismo o marxianismo, es menester repensar las formas de producción y de consumo en términos de sostenibilidad y bienestar social.

En elaño de la muerte quedaron destrozados los sistemas educativos y sus modelos, hasta los más progresistas. Las naciones que presumían ser vanguardia en educación están en crisis. Algo inimaginable que viviríamos en estos tiempos de pandemia fue ese reencuentro con nuestro pasado; en la historia de la humanidad, la educación tuvo por origen educar desde el núcleo familiar y el entorno social inmediato, aquellas madres, padres, hermanas y hermanos están teniendo que participar de la educación de las y los infantes, hasta los propios universitarios hacen la universidad en casa. La educación volvió a tener contacto con temas como el afectivo, otras pedagogías vinculadas al estrés, la creatividad y muchos casos con esa pedagogía amorosa que nos legó Paulo Freire, tema que, por cierto, no es parte de las variables de medición, por ejemplo, de la Escala de Pisa, Escala que no corresponde a estudiar para la vida y por la vida. Sin duda, para muchos el uso de las tecnologías surgidas en la Cuarta Revolución Industrial (Industria 4.0) y su efecto en la Sociedad 4.0 y 5.0, por el uso del internet de las cosas, son de mucha ayuda a la crisis institucional de los sistemas educativos de todo Estado o Gobierno en el mundo. Es evidente que está en desventaja cualquier sociedad que no cuente con la infraestructura suficiente o capacidad instalada necesaria y, sobre todo, recursos humanos capacitados para ofrecer los servicios educativos en diferentes niveles de formación en línea, a distancia o semipresenciales, es por tanto que, los gobiernos incrementen la inversión en educación, pondré un ejemplo sencillo, si un familiar que está atendiendo a un infante tiene acceso a internet y cuenta con la tecnología, seguramente podrá ayudar a encontrar información referente a los temas que estén estudiando, pero si no cuentan con dichas tecnologías seguramente será más complicado apoyar a la formación de los infantes.  Seguramente, esta pandemia puso a la educación en el mundo sin escuelas, es decir, vivimos la desescolarización como sociedad, un poco a la manera de Iván Illich. Es importante lo que se pudo evidenciar con claridad, el déficit de profesionales en todas las áreas de conocimiento, pues la formación de profesionales no puede estar comandada por los sistemas productivos y corporaciones en la lógica del capital, pues en materia de salud y educación fue evidente la crisis de profesionales que pudieran contener los efectos de los daños de la pandemia COVID 19. Un ejemplo de ello, es que existen en algunas entidades de la República mexicana, déficit de personal médico y de enfermería, así como hay entidades que ni siquiera cuentan con alguna licenciatura en salud pública, mucho menos posgrados en esa área, y contados en el país que sean reconocidos por su calidad. En educación, no todas las y los estudiantes cuentan con la tecnología y los recursos para seguir en alguna modalidad sus estudios, y muchos docentes venían trabajando mediante métodos tradicionales. Sin duda la política educativa en todos los niveles sufrirá grandes cambios en los años venideros. 

Se puede decir que el 2020, año de la muerte, trajo paz al mundo, se disminuyó la economía de guerra y explotación de los yacimientos petroleros, mineros, acuíferos, entre otros, por lo que los ecosistemas naturales se recuperaron un poco, es decir, el fenómeno de la muerte sigue estando paralelo a los fenómenos de vida. El temor a la muerte sigue tocando la conciencia en muchos seres humanos, quienes ponen en su mira el comportamiento de los Gobiernos y de las personas (empresarios, “influencers”, líderes religiosos, etc.), que influyen en la vida pública de las naciones y pueblos del mundo. El Planeta azul perdió un poco del gris que lo quiere dominar por el hacer de los seres humanos. En el Siglo XXI, que se habla de conquistar el espacio, la pandemia nos recordó que dejamos de apreciar nuestro mundo, primer y quizás único mundo, desde donde podemos ver las estrellas, es así la paradoja. Qué bellas fotos de animales que aparecieron en las ciudades, plantas que ya no eran parte de nuestro paisaje, increíble la naturaleza de la que ya no nos sentimos parte, a causa de nuestra negatividad como Sujetos.

Otra característica fue, la cada vez falta de la credibilidad en los medios masivos de comunicación y su industria ideológica de control de los discursos, la opinión y visión del mundo perdieron hegemonía. Las noticias falsas de los medios masivos, ante esta gran situación de salud pública, están siendo refutadas, evidenciadas, a través de los nuevos sistemas de híper-comunicación, como son las redes sociales o medios sociales. Los medios de información dejaron de ser útiles ante la necesidad de cuestionar, mediante el diálogo, lo que nos pasa, es por ello que la prensa escrita y televisiva que no permiten el diálogo están quedando fuera, además de la poca calidad de las notas que muchas veces son montajes que quedan exhibidos en el máximo de lo ridículo. El diálogo que las redes sociales producen va creciendo, es el ágora para el debate de lo público, siendo interesante la manera en que se interactúa, desde los lugares de enunciación y horizontes culturales de las y los Sujetos a manera de dialogo, donde unos aportan información o desinformación que está en constante análisis, reflexión, crítica y fundamentación. Hoy se cuestiona a la fuente y no al medio, por lo que los opinólogos de oficio, sufrieron los embates de la opinión pública, por aparecer como todólogos, expertos en temas tan sensibles como la salud. La pandemia ha pegado en la conciencia de los seres humanos, donde se antepone la realidad de cada sujeto que da forma al criterio social, se puede decir que se está superando la retórica de los discursos de la industria de los medios tradicionales. Las nuevas formas de hacer comunicación social, están dando un efecto democratizador y anti hegemónico de las grandes corporaciones de la industria de la prensa escrita, así como de la radio y la televisión comercial. El Gran Hermano que controlaba y vigilaba con sus reflectores, quedó atrapado por una inmensa red que lo ha dejado cegado, paralizado por la gran cantidad de datos que la sociedad genera, pasamos de una sociedad del espectáculo, a una sociedad emergente crítica y contestataria, que no tolera el carácter burgués de unos cuantos ante el peligro de muerte.

 ¿2021, es el año de la esperanza? No, no será el año de la esperanza por encontrar la vacuna que permita frenar la pandemia que el virus SARS-Cov-2 en letalidad tiene, ya surgirán otros virus, pues considero que los precedentes mencionados serán causa de otras motivaciones y luchas de las nuevas generaciones, de cualquier manera, 2020 será el referente de la gran crisis humanitaria. Es por ello que, 2021 será el nuevo tiempo que construiremos en nuevas formas de vida familiar, laboral, educativa, comunicativa, en el cuidado de nosotros como seres humanos y nuestra obligación de cuidar el mundo para hacerlo resurgir en un nuevo mundo, pluricultural, diverso, sostenible, donde la muerte sea por causa natural y la vida sea el mejor bien que poseamos. Influenciado por el pensamiento alemán del siglo XVIII y XIX, de sus naturalistas y románticos, así como del pensamiento y sabiduría de los pueblos originarios, quizás sea erróneamente tomado como un idealista trasnochado, por ello, expreso con profundo malestar que no me gusta el mundo que estamos dejando a las nuevas generaciones. E inspirado en Ernst Bloch, encuentro que, el continuo riesgo fortalezca el principio esperanza que ha contenido toda la historia de la humanidad, el presente siempre será una construcción, algo que se hace desde la vida cotidiana donde se hacen las rupturas y forjan nuevos paradigmas iluminados siempre por la memoria. El principio esperanza no estará en la forma en que programemos el futuro, sino en la capacidad de la memoria y la mejor manera en que estemos relacionados como sujetos, emergiendo en situaciones de crisis demasiado humanas. Con gratitud a Isaac Hidalgo por sus comentarios y observaciones.   


*Maestro en Historia por el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP, tiene diversas publicaciones y ha impartido numerosas conferencias, enfocándose principalmente en aspectos de Educación e Historia. De 2014 a 2015 Secretario Académico de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla (UIEP). En 2017-2018 fue Director de Planeación, Programación y Evaluación de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla. Se ha desempeñado como docente investigador en diferentes niveles de educación.

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