Por: Brian Valdez Corona
En una clínica oscura repleta de computadoras de alta tecnología, softwares sofisticados y procesadores de alta gama. Prácticamente, máquinas capaces de curar cualquier mal. Sin embargo, aconteció un caso extraordinario y complicado de resolver; un parto prolongado y complejo, esto por ser un proceso de gestación extenso e inusual, dónde la progenitora reservaba a su cría en su útero, la alimentaba y la protegía a pesar del inmenso dolor que está le provocaba. Este proceso de nacimiento fue realmente un reto para los doctores por ser un caso inusual y extraño por ser tan semejante a los elefantes. Tal vez en algún punto las semejanzas entre ambos animales son absolutas. Está ocasión el parto se tornó difícil porque el tamaño de la cría era tal que rebasaba por ocho veces las manos de los ochos doctores y el tormento y los gritos de la madre superaron las fronteras de la clínica. Esta madre de nombre Aera de origen latin, no podía más, se desmoronaba en el dolor.
La historia de la procreación de tal brote era por más insólita. Ya que este se gestó hace más de un siglo en tradiciones distintas, en colores diferentes y pensamientos diversos. Una fecha clave fueron los días finales del mes de junio de 1914, cuando el arrebato de la presencia mundana creó el corazón de la cría. O a finales de 1939 cuando se le fortaleció un solo pensamiento. A pesar de que en los siguientes 6 años se germinó un intento de dualidad en el razonamiento de la cría, no era más que un engaño, un intento de coaccionar a una sola razón. Aunque a finales de aquel siglo aparentaba florecer una diversidad de pensamientos y lineamientos, algo gobernaba tácitamente; el egoísmo. Es por ello que los intentos de represiones, violaciones, individualismos, totalitarismos, convenencialismos, avarismos; solo crearon un solo brote.
En la clínica, esa madre sufrió al dar a luz y una canción de Silvio Rodríguez acompañaba al quirófano, le daba fuerzas a la madre, y posaba esperanza a la criatura. La aflicción de aquella madre era provocada por la forma negativa del menor, está le provocaba agruras, ardores y tortuosas sensaciones de perdición. Tantos años en gestación le provocó una personalidad inmediata, tórrida, indiferente, impertérrita e impía. Así fue que después de años y años, estalló el nacimiento en un solo brote, en un sólo corazón, dónde la madre Aera vivía una nueva y única manera de ser que con un amor de madre amamantaba y cuidaba sin importar el mal difícil de curar.
