Por: Luis Jesús Rodríguez González (México)
Rostros enfermos
de mestizos con la piel aflorada
o las tripas
brotándoles del abdomen
al mismo tiempo que en los cuartos
muere el niño nacido del río.
Mujeres velan al marido muerto por
cáncer silencioso
poco a poco pica la carne
hasta dejarla inservible, martajada, deshecha.
Ancianos sacrifican bestias para comer la grasa,
la sangre brota de arterias/tendones/músculos
haciendo de su cuerpo mortaja.
Y yo apenas camino, sosteniendo el hueso
a la carne desnutrida, en canales incomprendidos de dolor
ajeno, tortuoso, sordo.
Oyen esos otros rostros
un grito desnudo
más lo ignoran, pasan
caminando por las largas profundas veredas
esperando ser sanadas,
más el mestizo
¿Qué posee
aparte de su sangre caliente
la lengua en conjunto con sus dientes
el músculo haciéndolo mover?
Nada en el exterior,
su centro rodeado de rojo
un rojo sangre,
de hombres negros, blancos
hombres al final de aquella jornada
los somete de rodillas.
Tienen el pan del campo en ellos
que llega al vientre de sus esposas
las bocas de sus hijos
fauces de perro,
para mi no toca nada
ni lo habrá de haber.
Más soy fuerte al hambre aguda
soy fuerte en la guerra silenciosa
fuerte en la muerte de todos mis hijos
en la madre que llevo a cuestas.
Más soy fuerte
al ser mestizo.
