Por: Carolina Díaz (Venezuela)
“La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”
Albert Einstein
Desde los tiempos más remotos el ser intelectual ha tenido en su haber el don de crear a partir de sus necesidades cotidianas, sumando cada vez belleza, delicadeza, utilidad y perfección a su obra, imprimiendo también los rasgos culturales de su entorno, así como las ideas presentes en su época. El ingenio creativo parte de la casual evolución y determina épocas, modos de vida e incentiva a mejorar cada idea.
Las ideas fluyen de su imaginación, celebra con entusiasmo el infinito poder que Dios le ha brindado y con intuición echa mano de la madre naturaleza que le brinda materias primas y recursos para su obra. Fragua en esa íntima comunión con la materia prima el amor y la inspiración a través de cada pieza, con dedicación, esfuerzo y largas horas de diseño y trabajo. Unifica y busca condensar en una sola obra el máximo de satisfacciones para sí mismo y para conquistar a sus seres más cercanos y a la sociedad.
La alfarería, perfecta muestra del poder creativo de las generaciones más primigenias, pone de manifiesto la escultura antropomorfa, zoomorfa y el moldeado de la arcilla en sus rudimentarias creaciones para verter formas, utilidad y expresiones afectivas o emocionales en una sola pieza brindando a través de los tiempos el infinito mensaje a la posteridad. Su magia incorporada a piezas materiales en barro, cestería, cuero, madera, metales, pintura y otras materias primas se convierten en vestigio de su existencia y de la dinámica creatividad, tal como lo señaló el genio de la relatividad, Albert Einstein: “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”.
La artesanía convive en el alma del ser como testigo fiel de su inmensurable vocación de ser gregario, sin perder su original determinación, como sello personal único e inalienable, brindando en su labor sentimientos, sueños y, por qué no, inquietudes e incertidumbres. Así lo enfatiza el gran científico e inventor estadounidense y fundador de los laboratorios Polaroid. Edwin Herberth Land “Lo esencial de la creatividad es no tener miedo a fracasar”. Es manifestar las ideas más íntimas en una obra material que perdure y cale en la cotidianidad colectiva.
La vida presente de un artesano es la evolutiva manifestación impresa en una memoria colectiva que hereda a sus descendientes un magnífico caudal creativo, que abre surcos a través de las más recónditas e inimaginables tecnologías surgidas en su acaecer existencial. Esa magia que escribieron los ancestros y que es interpretada y transmitida a través de todos los tiempos.
