Hombre a toda costa

Por: Verónica Laura Torres (Uruguay)

El padre de Juanito quería que este se hiciera hombre, pero Juanito tenía apenas siete años.  Cuando murió el vecino dueño de la ferretería, un septuagenario enfermo de cirrosis, el padre creyó oportuno que su hijo lo acompañara al velorio. Qué mejor circunstancia para que Juanito entendiera que estamos en este mundo de paso. 

Mientras encendía el fogón para calentar el guiso, recordaba el día en que su propio padre lo había llevado por primera vez a la funeraria.

―Hay que darle nuestro pésame a la viuda del viejo Efraín. Hijo, apróntese que ya salimos. No se olvide  ponerse el pantalón nuevo y peinarse con gomina. 

La olla comenzaba a burbujear y un intenso aroma a especias se expandía desde la cocina hacia el comedor, donde estaba puesta la mesa para el almuerzo. Pronto, regresaría Juanito de la escuela. Debían apurarse para llegar antes de que el cortejo saliera para el cementerio. Al rato, su hijo llegó como un torbellino, con la moña desatada y la cara colorada, por correr bajo el sol del mediodía.

―Hijo, usté se va al baño a refrescarse y se viene enseguidita a comer, que nos vamos al velorio de Carmelo, que murió ayer en el hospital, ¿sabe? y hay que presentar nuestros respetos a la familia y sin chistar… nada de no quiero papá, tengo que jugar al fútbol, porque para eso hay tiempo.

Finalizado el almuerzo, padre e hijo transitaron las calles del pueblo tomados de la mano. Uno iba apurado arrastrando al otro como una bolsa de patatas. Cada tanto el hombre se llevaba la mano al sombrero para saludar a los vecinos, en cambio el niño iba con la cabeza gacha,  sometido, irremediablemente,  a la voluntad paterna.

Al llegar a la funeraria, varias personas se acercaron a saludarlos. Juanito se puso en puntas de pie para darle un beso a la viuda. La mujer baja, un tanto encorvada y vestida de negro, le resultó muy desagradable. En especial cuando sintió el pinchazo en su mejilla del único vello que tenía en la verruga del mentón. Una bruja, pensó el niño, las brujas me dan mucho miedo.

Su padre lo arrastró hacia la sala donde velaban al muerto. Un lugar estrecho, con poca ventilación y con el aire enrarecido por el perfume de las coronas florales. Algunas personas sentadas alrededor del cajón conversaban en voz baja. Juanito sintió que las miradas de todos se volteaban hacia él cuando su padre lo empujó para que mirara al muerto a la cara. 

El dueño de la ferretería tenía los ojos cerrados y la piel de la cara arrugada. El cutis amarillento. La mortaja dejaba al descubierto el cuello abotonado de la camisa blanca que vestía.  En ese instante, el niño tuvo la certeza de que el hombre estaba bien muerto.

¿Así se vería su padre en un futuro?  Para que el horror de este descubrimiento no corrompiera la inocencia de su pequeña alma infantil, salió corriendo despavorido. No quería ver más. No quería saber más nada. 

 En su huida se llevó por delante a la gente que se acercaba para dar comienzo al rezo del rosario. “¡Qué muchachito travieso!”,  sintió que murmuraban mientras continuaba su carrera hacia la puerta de salida.

Llegó agitado a la vereda, ahogado por una mezcla de miedo y repugnancia.

Su padre lo alcanzó enseguida para recriminarle:

―Mocoso, ¡usted me ha avergonzado! lo voy a castigar con una penitencia, ya va a ver… cuando lleguemos a casa.

Durante todo el trayecto de regreso, Juanito iba sollozando silenciosamente. 

―Basta de llanto que usté no es mujercita ―gritó con voz cortante su padre.  

El niño se calló con un hipo abrupto que dio  paso a un sentimiento de rencor. Sentimiento que iba a dejar oculto a los ojos de ese hombre que se había burlado de su inocencia.

El rencor siguió escondido en su interior mientras Juanito iba haciéndose mayor.

Llegó un día en que tuvo la oportunidad de tener un hijo en sus brazos. Ese día, se prometió a sí mismo no convertirse en un padre como el suyo. El  rencor que él creía novato,  había estado  madurando en secreto y se había convertido en su maestro. Él podría imponerse a su padre aunque este ya no se encontrara entre los vivos.

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