Por Ivanna Zulema Ramírez Lozada (México)
¿Dónde estará su labial rojo? Nina pasó toda la mañana buscándolo, cuarto a cuarto de aquel departamento, buscó y nada, le tomó tanto tiempo que solo le quedo una hora y pocos minutos para que él llegara y le pidiera de comer, no tenía ganas de cocinar, de preparar todos los días una comida diferente porque el señor no estaba acostumbrado a comer siempre lo mismo, antes no era así y no tenía ganas de verlo, de vivir esperando que algo pasara en su vida, pero qué iba a pasar, eso ni ella lo sabía, a estas alturas lo único que alegraba sus días era arreglarse en la mañana y pintarse los labios de un carmesí profundo, esperando ver a las palomas libres llegar a su balcón e irse con el aleteo de sus alas anhelando ser tan libre como ellas.
Su vida no siempre fue así, la recuerdo risueña, divertida, cantante, feliz… cual recién enamorada cruzando el umbral con su vestido blanco de altar, claro que no todos los enamorados permanecen, ni el amor puede curar lo que un accidente de auto le arrebataría a ese chico risueño y encantador, aquel día él perdió la mitad de su alma y de su cuerpo, pues a la mitad se quemó, piel y esencia quedaron chamuscadas por un culpable que se dio a la fuga, eso fue lo que pude escuchar en alguna llamada y tuvo consecuencias graves entre ellos, fue muy triste ver como cambio todo en esta casa, por bastante tiempo ella iba y venía del trabajo a la casa y de ahí al hospital, yo la veía desde una esquina o un rincón llegar, llorar, bañarse, cenar y descansar un poco porque al otro día tenía que repetir otra vez su misión.
Cuando él volvió creí que la sonrisa de Nina alegraría mis días otra vez, no pude estar más equivocada, antes dormía placenteramente y casi nunca era turbada por ruidos de discusiones, ahora buscaba los rincones más alejados, pues las peleas no me dejaban dormir o me despertaban más temprano de lo que estaba acostumbrada, las cosas comenzaron a cambiar, las faldas que ella utilizaba para el trabajo desaparecieron, con ninguno de mis ocho ojos las volví a ver, en vez de ello utilizaba siempre unos pantalones flojos de oficina, aunque eso duró poco, después de una salida con sus amigas para tomar unos tragos, él le prohibió ir a trabajar, si solo quería gastar el dinero en salidas podía trabajar él, ya estaba recuperado y en su trabajo no requería ser visto para hacerlo, así ella se quedó en la casa y la jaula de oro encerró al jilguero.
El primer mes se la paso descansando y en las labores sencillas del día a día, realmente ella pidió vacaciones en el trabajo porque no pensó que fuera permanente la petición de su marido, fue complaciente, pues creía que el amor renacería de ese tiempo, comprensiva y amorosa todo para que él no tuviera dudas de su amor y su fidelidad, pero la furia y la inseguridad que producen los celos son más fuertes que el amor, lo comprobó cuando llamó al trabajo para su reincorporación y le dijeron que su esposo llevó su renuncia, yo escuchaba desde un mueble muy atenta, la cara de Nina era una mezcla de incredulidad, rabia, impotencia, tristeza y al final, solo si ponías un poco de atención el odio crecía en su interior.
Esa noche me escondí en el salón, ella estaba en shock con la noticia de su renuncia-despido, se le quemó el pastel en el horno, cuando estaba limpiando él llegó, al principio lo ignoraba y parecía un ambiente tranquilo, poco duraría la paz, fue la primera pelea donde vi los primeros golpes de celos, de rabia, de impotencia de parte de los dos, mis recuerdos después de los primeros gritos están borrosos porque una taza que lanzó Nina me noqueo y desperté antes de que la recogieran sus delicadas manos por la mañana, me encontraba su suficientemente cerca como para observar sus golpes y me dispuse a orar una plegaria por mi Nina.
No concebía una salvación para aquella pareja y nosotras lo sabíamos, pero notaba que el amor seguía vivo en el corazón de esta chica frágil, quería creer que podía cambiar, que solo era una etapa, pues él no era así, su esposo no haría eso, solo había sido la furia del momento, del alcohol que traía encima, el alcohol que poco a poco seria más recurrente, que en días buenos lo hacía llegar más tranquilo y casi normal, pero que a la mínima provocación la cólera se apoderaba de su mente y de su cuerpo, inventaba cualquier provocación para gritarle, humillarla con cualquier mentira que inventaba sobre ella, mi pobre Nina cada día se marchitaba más, los pétalos de su alma caían al pasar los meses.
No había sido un mal hombre, aunque claro debemos conocerlos en las épocas malas para realmente conocer a quien encadenamos nuestra vida, pues el amor puede cambiar si tu voluntad no es fuerte, los moretones empezaron a poblar su cuerpo como una peste que no se quita, pero que tampoco te mata, desde las esquinas de su cuarto veía como se maquillaba los que sobresalían de su cuello de tortuga, así empezó a pintarse los labios de color carmín, para que la atención fuera a sus labios y no a su cuello, compró libros de parejas, leía cuando llegó superborracho, pero parecía alegre, Nina estaba cerrando el libro, pero se lo quito de las manos, leyó el título, lo aventó a través del cuarto y le grito al segundo, ¿crees que yo estoy mal de la cabeza?, ¿me vas a mandar con un loquero?, para qué vieja pendeja, acaso te crees mejor que yo, ahorita te voy a enseñar quien manda por si no te quedo claro, y si no es por las buenas por las putas malas, a mí no me vas a hacer pendejo, piensas no sé qué te quieres deshacer de mí, pero la única pinche loca aquí eres tú, culera, piensas que no veo como te le insinúas a los hombres con tus labios rojos y tus saludos todos pendejos, pero tú eres mía y te chingaste.
No puedo describir ni pude ver tal violencia, nunca la había violado, pero Nina nunca imaginó que la sugerencia implícita en ese libro causara tal quiebre, después de tal barbarie mi niña sollozaba, cuando finalmente dormía, recorrí las paredes del cuarto para ver a pesar de la poca luz en sus piernas moretones que me hicieron maldecirlo, odiarlo, quería envenenarlo y que muriera, pero mi picadura solo llegaría a una pequeña ámpula, tan minúscula que solo me delataría provocando mi muerte y la soledad de Nina, pues era su única compañía en ese tormento.
Cuando desperté esta mañana y Nina hacia su rutina normal, creí que ayer había sido un mal sueño, pero sus moretones no se podían ocultar, eran cicatrices que cargaba en la piel y el corazón, ¿por qué Nina no se había largado?, acaso no tienes respeto por ti misma niña tonta, él no te ama, el amor terminó hace mucho, tonta, tonta, tonta, espero que abras los ojos, seguía pensando cuando con alegría encontró su labial rojo y lo guardo en su mandil, pero no se lo puso, ¿por qué?, me estaba preguntando eso confundida cuando llegó, parecía un poco ebrio, pero también desgraciado, las flores que acompañaron sus disculpas relucían de un amarillo divino, Nina las acomodó en un jarrón y las olió, cenaron juntos, parecían casi una pareja normal, pero todo es falso, los ojos de Nina me lo contaron todo, esta noche podría dormir tranquila y sin preocupaciones, ella aplicaría el veneno que a mí me faltaba, tomaría el mando, con otra copa más él se fue a dormir, Nina sentada a mi lado después de dejarlo en la cama, de sellar las ventanas, así sin llamas más que las de sus labios rojos recién pintados abrió las llaves de la estufa y me dijo adiós.
Soy una mujer de 22 años que es artista y estudiante de historia para crear nuevas y diversas historias desde diversos frentes multidisciplinarios.
