Por Pedro Alipio Sánchez Fernández (Cuba)
Perdido en la parábola, el hijo pródigo, -herido más de vida, que de muerte- sabe que la historia de los hombres es la de la negación del dios y la callada loa a la mentira.
Está ahí, solo, como quien no ha partido de ningún lugar.
Él no tiene origen, ha salido de la nada… es la nada, le debe al tiempo la sonrisa, y espera… no llora, porque sencillamente, nunca aprendió a llorar.
Confía en que la noche le devuelva la fragancia…
Y volver a mezclarse con el aliento de las cosas.
No sabe, no recuerda dónde perdió el amor si es que lo tuvo
Y siente los latidos cómo crecen en las sienes, la vida que le hierve.
La alquimia separará el mediodía de las sombras cuando el perdón le regrese la altivez en sus muchos intentos por recuperarlo todo.
