Una más otro

Por Ernesto Hernández Doblas (México)

Está de pie frente al cadáver. La mente: blanca página temblorosa. Sus brazos igual que los del difunto cuelgan a los lados en actitud de máxima derrota. Pero a diferencia de quien yace horizontal, su posición vertical es una rigidez respirando con dificultad. Afuera, un viento suave apenas hace ruido al chocar con las cosas y la madrugada se desliza de lado a lado del sueño. Hay un descanso y un peso en los hombros de quien mira ese cuerpo que minutos antes era un hombre empequeñecido por la ira. ¡Qué cansado es volver una y otra vez a ser protagonista del mismo círculo sin fondo! Eso es lo que pensó al verlo, al oír como a lo lejos sus reclamos de Otelo ensimismado. El cadáver poco a poco va tomando la forma de una puerta cerrada para siempre. Los ojos, exageradamente abiertos, simulan ser una pregunta que se asfixió a sí misma. La vida es así: potencia que necesita de la muerte y la violencia para volverse digna. Eso no lo pensó, pero cada parte de su cuerpo lo supo. Como si se hubiera congelado todo en una fotografía con estrías y de pronto el hechizo se rompiera con una mano pasando lenta delante de su rostro. Lanzó un último suspiro y recordó que algo tendría que hacer. El bebé no tardaría en despertarse.

Dejar un comentario