Recuerdos

Por Omar Rosa González

  • ¡Néstor, ven acá! —dijo mi parienta cincuentona que quería ser doctora y ahora vende juguetes plásticos.

Cada día, camino a mi trabajo, me saludaba con un hola y punto. Hoy me manda a pasar, me da café, dice tenerme una sorpresa, busca afanosamente en una caja y vuelve con una foto de hace 49 años. Al dorso: 

A

mi querido

tío Mario y

familia, con

mucho cariño de su

sobrino

Néstor Tápanes

Edad 7 años

20/12/63

En la foto, mi madre, tan linda. Su pelo ondeado, amplia sonrisa, ojos alegres y la blusa blanca, con bordados, que solo se ponía en ocasiones especiales. Yo, recostado a ella, recién peladito, con mi moñita y una sonrisa fingida enseñando los dientones. Recuerdo perfectamente esa camisita, con sus cuadros rojos. Y recuerdo también por qué no quería reírme: no estaba contento como mamá.

Tenía siete años y una bicicleta, la armaba y desarmaba como un juego, ese día insistí en ir  al pueblo a comprar una pieza, pero mamá no quiso, no hubo forma de convencerla, de repente cambió de opinión. 

Compramos la pieza y me dijo: 

— Quédate aquí, enseguida regreso.

Tuve mucho miedo, demoró tanto. Mamá apareció con aquel hombre del diente de oro, no pude aguantar el llanto, me dieron cinco pesos, me consolaron y fuimos a hacernos esta foto. A  papá le contó de otra forma.

  • ¡Ah, pero se ha emocionado, mira como le sale una lágrima! —dijo mi parienta con su vozarrón de gente inculta. ¡Te la presto, sácale una copia y me la devuelves! ¡Que no se te ocurra quedarte con ella!

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