Por Gabriel Corona Hernández
México
He vuelto a enfrascarme al laberinto
con todo y Minotauro, anclado a sus esquinas,
donde los espejos rotos se desangran.
No sé cómo ni por qué, pero he vuelto a poner clavos en la ropa
y maquillo una sorpresa por lo perforado de mi carne.
Esta ruta, la misma ruta marcada tras mi muerte (la muerte de alguna de mis máscaras),
el mismo espacio transitado, donde los cardenales caen grises desde el cielo,
donde los peces se asfixian en su propia agua.
Empiezo la pelea, la punta de mi espada perfora a la bestia,
quizá ganar no es lo que busco.
Quiebran las trompetas esas nubes, los pájaros de púrpura se tiñen
y aunque haya muerto todo cardenal,
hay un par de alas que nacen de la niebla
Soy yo de nuevo, con la ropa del viento, de los mares,
quién cierra las ventanas que dejan sin luz al corazón del día,
quién les pone velas a los ojos de la noche.
Yo, solo yo,
ante las circunstancias, creando circunstancias.
Yo de nuevo, eligiendo ser un Minotauro,
sin poder salir ni entrar.
