Por Juan Manuel Díaz
En mis ojos se dibuja un contorno de luz.
Es una silueta revestida de un vestido antiguo
hecho de añoranzas.
Quiero dibujar con palabras tambaleantes su figura
pero se resquebrajan cuando las pronuncio.
Mi voz no puede tocarla.
Me desvanezco en el fondo de una piel dorada,
hueca y sin atisbos de memorias.
Trato de usarla para cubrirme del viento boreal
Mi capa hecha de jirones de mujer,
se la lleva la ventisca.
En su ausencia me percato:
nunca estuvo aquí.
