Los espacios mutilados

Por Luis Miguel Montes Flores

Le dijo adiós,
un beso de olvido y sus ojos cerrados.
Los megáfonos gritando el silencio y en el silencio un dedo,
dos o tres dedos pidiendo auxilio y al siguiente segundo el milagro desvanecido.
Nuevamente el silencio y el beso roto. Mutilado en todas sus partes.
Le dijo adiós,
aunque nadie le escuche porque la metralla destrozaba su oído,
su cien, su espacio, su vida.
Las hojas convirtiéndose en mariposas volando por todos los muros,
todas las culturas y bebiendo la sangre derramada frente a los ojos
de las familias observantes, observadoras de las almas distantes.
Sus miembros cercenados componiendo melodías de último vals,
de último cariño a su tierra despoblada de esperanzas,
de verdes campos, donde el pasto testigo se inmuta y decide guardar silencio.
Y como humo, se alejan los pájaros migrando a otros lares
donde la comida de la vida no cobre su propia vida.
Sus versos poblarán las generaciones del mañana,
aquellas a las que hoy dice adiós.
Generaciones que sembrarán lo que hoy es silencio,
los que hoy no tienen nombre porque son muchos,
son aquellos misteriosos que los libros de historia no registrarán,
los del olvido y del ayer.
La memoria se olvidará de su adiós,
porque las lágrimas dirán ¡corre!, ¡huye!, ¡escapa!
y después, la intensa niebla abrazará su cuerpo.
Porque la noche es materia que no cabe en las tablas periódicas,
las de aquellos estudiantes que no verán a sus familias.
Aquellos ojos que no verán mañanas y jamás escucharán que ella…
le dijo adiós.

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