Por Juan Martín Reyes
Sin pensar que después de alcanzar el éxito, lo abandonaría todo por aquella mujer, se dejó vencer por la fuerza del amor.
Se encontraba en un evento importante en la ciudad y él era un invitado de honor. Un amigo del mundo artístico se la presentó, y él no pudo evitar rendirse a sus encantos. Fue amor a primera vista. Después de la reunión, no dudó en invitarla al concierto que pronto iba a realizar, y ella accedió con gusto.
Durante varios meses él intentó conquistarla. La invitó a comer a lujosos restaurantes, la llevó al cine y le trajo flores. Pensó que su fama persuadiría para hacerla suya, pero ella se negó a aceptarlo. Le dijo que estaba enfocada en realizarse en su carrera artística. Esto no lo desanimó, al contrario, lo hizo persistir más.
Dejaron de frecuentarse por unas semanas. Ella estaba participando en varias películas con un rol protagónico. El trabajo no le daba tiempo para pensar en el amor, al menos, eso no era su prioridad por el momento.
Él pensaba en ella, incluso le escribió una canción. El día de su cumpleaños, le llevó serenata y los regalos más finos. Ella le expresó su gratitud y, le reiteró que prefería estar sola. Además, solo lo veía como un buen amigo. Él no desistió y, después de pensarlo algunos días, decidió pedirle matrimonio.
– Cásate conmigo –le dijo, arrodillándose y mostrándole el costoso anillo de diamantes. Voy a darte todo lo que tú te mereces. No te faltará amor, ni dinero.
La mujer no lo pensó ni un instante, y decididamente, le respondió con altivez: Entiéndelo, yo solo te quiero como un amigo. Búscate a una mujer que corresponda a tu amor. Solo te pido que ya no me busques, ni me llames.
Él se marchó decepcionado, con el dolor incrustado como una espina en el pecho. Se recluyó en su casa lamentando su suerte y renunció a la música.
Cada día, al pasar una mujer debajo del puente, un hombre ebrio y harapiento, emocionado por la visión, grita: ¡Rosalba! ¡Rosalba! Es ignorado como siempre, luego, se calma y busca con afán su botella de alcohol. Algunos lo miran con desdén, y otros, con repudio, sin saber que aquel vagabundo, solía cantar hermosas rancheras.
